Fernando Remacha
😊 ¿Qué disfrutaremos?
Llegué a la calle en momentos muy críticos. Las dos piezas de la calle de San Pedro habían perdido gran parte de su gente, y los cadáveres obstruían el suelo. La colocada hacia Poniente había de resistir el fuego de la de los franceses, sin más garantía de superioridad que el heroísmo de D. Pedro Velarde y el auxilio de los tiros de fusil. Al dar los primeros pasos encontré uno, y me situé junto a la entrada del parque, desde donde podía hacer fuego hacia la calle Ancha, resguardado por el machón de la puerta.
Llegó el instante crítico y terrible. Durante él sentí una mano que se apoyaba en mi brazo. Al volver los ojos vi un brazo azul con charreteras de capitán. Pertenecía a D. Luis Daoíz, que herido en la pierna, hacía esfuerzos por no caer al suelo y se apoyaba en lo que encontró más cerca. Yo extendí mi brazo alrededor de su cintura, y él, cerrando los puños, elevándolos convulsamente al cielo, apretando los dientes y mordiendo después el pomo de su sable, lanzó una imprecación, una blasfemia, que habría hecho desplomar el firmamento, si lo de arriba obedeciera a las voces de abajo.
Benito Pérez Galdós. ‘El 19 de Marzo y el 2 de Mayo’.
📌 Punto de encuentro
Plaza de Oriente de Madrid. Frente a Palacio Real, Monumento a los Héroes del Dos de Mayo
👉 Detalles
Toda la ciudad era un hervidero. Hombres, mujeres, niños y ancianos, rabiosamente enfurecidos hostigaban a las tropas francesas. El olor de la pólvora y el ruido de las explosiones, los gritos de dolor y desesperación se propalaban por todas las calles. Una ciudad pequeña. Como una colmena que ha sido violentada. Con ese zumbido de abejas asesinas que da un miedo brutal. En la Plaza de Palacio, en la calle Nueva, en la Puerta del Sol, en la Puerta de Toledo. Multitud de gentes se desparramaban por las plazas en una orgia de sangre, odio y destrucción. Centenares de seres humanos desgarrándose vivos sin saber muy bien por qué razón lo hacían.
En el Parque de Artillería de Monteleón, los más informados, los más conscientes, eran los oficiales que sabían cuál era la altura del momento y la naturaleza del acontecimiento. Soldados y pueblo llano luchando codo con codo contra el invasor. Y muriendo con la misma dignidad unos y otros. Porque unos y otros eran la misma cosa.
Este Dos de Mayo conmemoramos a los capitanes Daoiz y Velarde, y a todos los que lucharon con ellos, militares o no, en Madrid el Dos de Mayo de 1808, desde el Palacio Real hasta el mismo lugar de los acontecimientos.
Ganas de aprender
Paseo histórico
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